Mi primer día de clases --la segunda niñez

Es lunes. Despierto temprano por la mañana, tengo clases a las 9.45 y puse la alarma a las 8.15 para tener tiempo. Todo debe ser perfecto, pienso.  Previamente calcule los tiempos que estimaba me tomaría despertar, ducharme y desayunar. Suena el despertador y no tengo ganas de levantarme, estoy cansado. Debí pensar en eso antes de acostarme tan tarde otra vez. Mientras estoy echado en la cama haciéndome la idea de despertar, sueño brevemente con cosas que no recuerdo. Finalmente me digo a mi mismo “ya, es el primer día, tienes que llegar a tiempo!”. Me levanto y saco ropa para ir a la ducha. Tomo mi toalla, el jabón, el shampoo, me pongo mis chalas y voy al baño. Creo que estaba ocupado. Espere probablemente. Si no, simplemente entre y me duche. Me seco, me visto y voy a la cocina a servirme leche que posteriormente acompañare con cereales. Me preparo además un pan con nutella. Me dirijo hacia mi pieza. Primero debo abrir la puerta de la cocina y la de mi pieza. Es difícil abrirlas con las dos manos ocupadas, ya es una costumbre. Me siento en la silla y prendo el notebook. Es temprano, así que puedo revisar que ha pasado mientras dormí. Debido a la diferencia horaria, es completamente posible que a las 8.00 haya algo que ver en facebook. Mientras leo lo que encuentro en internet, como mi desayuno. La leche esta fría, pero me gusta así. Hay veces que la prefiero tibia, sin embargo ahora no tengo una forma sencilla para calentarla y así está bien. Los cereales me preocupan, creo que podrían haber vencido, pero se ven y saben bien. Da lo mismo. El día está nublado y frio, como una mañana cualquiera. Afuera llueve y me voy terminando mi desayuno con cada noticia y con cada notificación que leo. A ratos reviso la hora. No se me puede pasar el tiempo leyendo tonteras. Pienso en las cosas que me faltan, si tengo todo. “¿estoy vestido?”, me pregunto. “Si, estoy vestido. ¿tengo las cosas en mi mochila? Si.” Continuo “tengo que sacar el paraguas. Justo ahora que lo eche a perder” el otro día jugando se me rompió. Aun funciona, pero debo sostenerlo desde arriba ya que el mango y el telescópico se soltaron.

Es un tanto extraño a ratos, es mi primer día de clases y estoy emocionado. Mi clase se llama “Robotik I – Einführung in die Robotik”, el puro nombre me parece interesante. En parte creo, es porque está en alemán, hace que todo se vea un poco más interesante. Es extraño, porque recuerdo vagamente mi primer día en el colegio. Alumno nuevo, colegio nuevo, gente nueva. Yo estudiaba en una escuela pública cerca de mi casa y ahora había ingresado a un “colegio” con una beca. Al principio estaba nervioso, no conocía a nadie y en general, iba a ser otro “tipo” de gente. No los típicos cabros de pobla a los que estaba acostumbrado. Recuerdo vagamente aquel día y sus colores. Aunque la mañana estaba nublada, en general el día era más amarillo. La pintura ayudaba. También el hecho de que por allá en Antofagasta el sol sale rapidito. Extraño también, porque el primer día en la universidad también fue así. Incluso a rendir la PSU. Son días particulares marcados por eventos que, de alguna forma, siempre son iguales, creo yo. Hay muchas expectativas, mucha ansiedad. Extraño también porque generalmente en las mañanas esta mi madre, que me prepara el desayuno porque sabe que soy muy flojo como para levantarme solo. Extraño también porque normalmente también me despierta el sonido de la micro cuando mi papa se va a trabajar. “espera para guardar los gatos!”. Mi mama por las mañanas. Siempre llama a los gatos antes de que la micro se mueva para que no aplaste alguno.

Sigo en facebook y cada vez se hace un poco más tarde. Leo los estados de la gente y sus comentarios. No sé porque, pero de un rato se me vino un sentimiento enorme. Me sentí solo. Sentí que no tenía con quien compartir ese momento, en ese momento. Me dio pena. En ese momento escribi en facebook: First day of class here in Karlsruhe. While eating breakfast, somehow it feels like my first day in Kindergarten, anxious and a little scared, this time, without my parents...

Recordé en realidad el jardín en ese momento. Si, es raro, generalmente no tengo tan buena memoria. Pero creo que cuando mi memoria está asociada a algún sentimiento es mejor. Ese día recuerdo estar sentado en una mesita, vagamente todo mi recuerdo, pero recuerdo estar llorando desconsoladamente y sin saber bien porque, simplemente lloraba y lloraba, porque era lo que podía hacer. Mis padres me habían abandonado y se despedían riéndose. Eso debo haber pensado yo. Técnicamente me dejaron en el jardín y se despedían sonriendo, pero es todo una cuestión de puntos de vista. Luego recuerdo que una niña que estaba en mi mesa me dio beso. Y me calle. Obviamente no fue nada digno de una película, ni limpiarme el culo sabia a esa edad, un besito de niña en la mejilla. Pero deje de llorar.

Mientras tomaba mi desayuno y actualizaba mi estado en facebook, no había ninguna niña en mi escritorio. Tampoco estaban mis padres despidiéndome con una sonrisa, ni un sonido cotidiano que acompañara mi solitaria mañana. Incluso, mis sonidos compañeros, gatos, micro, gente, TV, fueron reemplazados por ese ruido de agua que cae del cielo. La “lluvia” le dicen los del sur. Pues si, en ese momento yo era mi día: Cagao de frio y con lluvia.

Se me hizo tarde así que empecé a tomarme la leche para atrás y me cayó un poco en el pantalón. Ya era muy tarde para cambiarme. Bajo apurado me coloco los guantes y abro el paraguas.  Al piso la mierda. Salgo y lo abro con las manos alcanzando a protegerme de las gotas que caen. Empiezo mi camino en ruta al Akademischesauslandsamt, el AAA, edificio donde teníamos nuestras clases de alemán. Según el mapa era en esa dirección. Pues no. Leí mal. Tuve que darme una vuelta tremenda para llegar al lugar que quería. Una vez ahí, vino el siguiente problema: CUAL es el edificio que busco?. Ni idea. Me doy unas vueltas erráticas por el sector, con la presión de cada segundo que se escapa en forma de minutos que ya hacen casi diez. A la distancia veo a dos mexicanos, Aaron y Mariana. Se me ocurrió que quizá tenían la misma clase, no tenía muy claro por qué, pero tenía esa idea. Les pregunte y le achunte. Continuamos buscando la sala sin éxito. Preguntamos a gente y nos decían siempre edificios distintos. Al final encontramos la sala, la 101. Un estudiante que iba por ahí nos la mostro, pero nos dijo: “el profesor ya está adentro” como diciendo “mejor no entren”, igual ya era tarde. Nos quedamos afuera conversando. Pasados unos 15 minutos, alguien sale de la sala, cierra la puerta con llave y se va. No parecía ser el profe, ni tenía sentido que los estudiantes hayan desaparecido. Empezamos a investigar en busca de respuesta: por donde salió la gente? Algo acá no cuadraba. Bajamos y rodeamos el edificio. Teníamos que encontrar esa escalera mágica que permitía entrar a aquel salón. Mientras buscábamos, vimos algo que era aun más razonable: había gente en un salón en el subterráneo. Apresuradamente bajamos y fuimos a la sala. La -101. Quien mierda iba a pensar que esa rayita de mierda no era un guion, sino un signo menos. En fin. Me fui a la casa. Mi primer día de clases no fue.

Hay algo con las cosas que no salen como uno quiere. Tantas ideas, tantos problemas, cuanto rollo que se pasa uno preparando el script de lo que será algo, solo para que las cosas simplemente salgan de otra forma. Y bueno, es costumbre decir que es para mejor, “no hay mal que por bien no venga”, o incluso un clásico del poeta Jagger “you can’t always get what you want”. Es verdad. No siempre uno obtiene lo que quiere. La vida simplemente tiene esa manía, ese caprichoso gusto por hacer todo tan a la suya.

Parece mañana. Lo parece porque está nublado, llueve y hace frio. Así son las mañanas. No estoy seguro de la hora, pero deben ser como las 11.00. Cuando menos me doy cuenta ya es mas tarde aun, y debo estar a las 14.00 en la sala “-“101 para otra clase: Biosignale und Benutzerschnittstellen. Otra de nombre alemán interesante. Me levanto apresuradamente porque me doy cuenta que quizá no logre comer lo suficientemente rápido. Prepare un caldo porque era lo más rápido. El día anterior me prepare uno también. Use la última zanahoria que tenia. Esta vez el caldo estaba más pobre. Mientras conversaba con una compañera de piso –la noche anterior– me preguntó como preparaba yo mi caldo. Yo le decía que no sabía “le echo un poco de todo” le explicaba mientras probaba si tenía la suficiente sal.  “generalmente le echo morrón, ajo… y bueno creo que eso es todo” le dije riendo “a veces si tengo papas le echo papas, ahora tengo zanahoria así que bueno… también a veces arroz o fideos…” me auto interrumpo brevemente al recordar una historia “conoces la historia de la sopa de piedras? Esa que se prepara con una buena piedra, sal, agua… y bueno, si tienes papas, le echas papas…” –“si la conozco” me responde –“bueno, a veces hasta pan le echo, todo depende” se ríe. A esta sopa le falta una piedra. Use mi última zanahoria y efectivamente ahora solo es agua, sal, ajo, morrón, orégano –porque a todo le echo orégano– y un trutro de pollo, así que bueno, no esta tan mal. Recordé que tenia fideos así que eche fideos “para que llene” pensé. Tome algunos del paquete, los corte y los tire a la olla.

Casi como un ritual, serví mi plato, abrí la puerta de la cocina, luego la de mi pieza, entre y me senté frente al PC que ya estaba con facebook abierto. El caldo esta bueno, calientito y los fideos llenan. Espero a que baje el agua para comerme el pollo, no quiero que salpique si se cae en el plato. Leo notificaciones, posts, estados, noticias. Lo mismo de siempre. De pronto una noticia llama mi atención: AUTORIDADES SUDARON LA GOTA GORDA CON DISCURSO DE NIBALDO MOSCIATTI. “Esto hay que leerlo” pensé mientras rápidamente presionaba ctrl+shift+click para abrir el link en una nueva tab. Comienzo a leer emocionado, quería saber que dijo, como, porque. Son pocos los periodistas que dicen cosas con sentido y a este le creo. Pues leo y leo, interesado cada vez más en lo que dice y como dispara entre líneas con cada línea. Difiero en un tema, pero continuo leyendo, no tiene por qué pensar igual que yo.

Hay algo con las cosas que no salen como uno quiere. La vida simplemente tiene ese gusto caprichoso de hacer todo a su manera. No hay mal que por bien no venga, dicen algunos. El poeta Jagger diría “but if you try sometimes, you might just find: you get what you need”. Y es que es cierto. No todo lo que uno quiere en la vida es lo que uno necesita. El día a día está lleno de placeres mundanos, emociones vacías y rellenos sociales. Entre tanta cosa, es normal que uno no sepa que es realmente lo que uno necesita: uno quiere no más. Las cosas uno las pide, las pelea, las compra, las roba a veces o se adueña de lo que no se puede ser dueño. Pero las cosas son más simples a veces. El universo desde su humildad nos entrega aquello que necesitamos cuando menos lo esperamos. Son esos Piñas que te van a despedir al aeropuerto, cuando nadie más pudo estar contigo, ese representante de los que no están. Son esas personas que nos confortan sin conocernos cuando mas necesitamos de un extraño, alguien que no lo haga porque eres su amigo. Son esas encomiendas con que te vienen a despedir en espíritu, a la distancia, acompañándote.

Y mientras leía, el cielo sigue llorando y yo empiezo a llover. Terminando el discurso está este texto. Es simple, es preciso. Es apropiado. Me llego. Me llega: “Y sí… Quisiera volver a ser un niño. Vivir, aunque sin saber, que todas las posibilidades del mundo están abiertas y disponibles para mí. Eso es la niñez: la infinitud de rumbos, la ausencia, por el momento, de condicionamientos, directrices, guías. El primer día de colegio es el primer navajazo a esa infinitud. Quisiera volver a ser un niño, antes del colegio. Niño, niño. Puro horizonte, posibilidades infinitas. Quisiera ser niño.”

Y ahí estoy yo. Nuevamente sintiéndome un niño, nuevamente en mi –técnicamente– primer día de clases. Y sí, estoy solo, no está mi familia, no están mis amigos y hay gente que hace mucho ya no está. No están mis gatos ni los ruidos de la mañana. Estoy solo yo, tomando mi desayuno o comiendo mi almuerzo. Un poco asustado, nervioso, pero entusiasmado. Mientras repetía mi rutina, di con ese texto que me dio a ver el paisaje completo: en esta soledad, he vuelto a ser un niño. Viviendo sin saber que todas las posibilidades del mundo están abiertas y disponibles para mí. Mi segunda niñez. La infinitud de rumbos, la ausencia de condicionamientos, directrices, guías. Y ese primer día, fue el segundo navajazo que doy a esa infinitud.

---